La justicia y el juicio es un acto divino que Dios ha delegado en el gobierno humano para garantizar la armonía y el bien común. La pena de muerte, un atributo único de Dios, también ha sido delegado en el gobierno como medio de castigo a ciertos crímenes.
La pena de muerte no es inmoral, es una responsabilidad que Dios delegó en el gobierno y los jueces humanos, pero los fines o motivos con los que se usa pueden ser morales o inmorales. Es legítimo cuando se aplica para garantizar el derecho a la vida de aquellos individuos que sí¬ cumplen con la ley. Es inmoral cuando se aplica por venganza personal, a los opositores o enemigos políticos, creando esto una sociedad corrupta y oprimida. Esto ha ocasionado que muchas personas rechacen la pena de muerte, pero no es el ejercicio del poder en sí¬ mismo la causa de este rechazo, sino el uso inmoral de Este.
También podrá ser inmoral no aplicar la pena de muerte cuando ésta corresponda. Cuando no se aplica podrá perjudicarse a aquellos que ¬ obedecen las leyes y, que por la falta del castigo apropiado, se convierten en víctimas de la violencia creciente. La falta de la correcta aplicación de ésta por las autoridades cuando es necesario, ha dado como resultado en la venganza personal. Una aplicación correcta y ordenada de la pena capital bajo los principios bíblicos trae como resultado paz y justicia en la sociedad.
Según la Biblia, la aplicación de la pena de muerte fue delegada por Dios a la humanidad después del diluvio. En aquellos que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Esto lleva a Dios a enviar el diluvio como juicio sobre esa maldad. Para evitar que esto sucediera de nuevo y no tener que enviar otro diluvio que acabara con la sociedad de nuevo, Dios delegó en la humanidad la responsabilidad de administrar justicia y de aplicar la pena de muerte. El objetivo inicial de esto era evitar la propia destrucción de la raza humana y las consecuencias de vivir en libertinaje. Se debe notar que la pena de muerte fue introducida en el mismo momento que se delegó la responsabilidad de aplicar la justicia.
Algunos podrán confundir la pena de muerte con el sexto de los diez mandamientos. Un análisis más detallado revela que la palabra hebrea usada en Éxodo 20:13 «rasah» tiene por significado matar haciéndolo intencionalmente, con malicia y hasta con alevosía. En otras palabras, este mandamiento dice literalmente No asesinarás.
Se debe notar que la misma ley del Antiguo Testamento no culpaba a aquellos que cometían homicidios culposos, es decir, accidentales o sin intención.
La Biblia sí¬ menciona casos en el que el rey perdona la vida de un condenado a muerte por misericordia a este. El más notorio, es cuando David perdonó la vida de Simei el día en que fue restituido a rey luego de una rebelión. David queriendo aplicar la misericordia lo perdonó.
Hay que hacer notar que luego su hijo Salomón cuando accedió al trono, lo aprisionó a este hombre, reconociendo el peligro y luego lo mandó a ejecutar cuando este quebrantó la ley.
El Nuevo Testamento, en términos generales, respeta la ley penal establecida en el Antiguo Testamento, no cambiando su aplicación pero sí¬ en busca de la transformación del corazón de las personas que viven bajo ella. Hay que hacer notar que Jesús sí¬ estuvo frente a dos casos de pena capital, pero en ninguno de los dos casos fue juez ni acusador. Su papel es específico a la vida espiritual de ambos.
El primer caso es de la mujer adúltera, que llevaron para apedrear, y cuya tentación era que Jesús tomara una piedra en sus manos y aplicara la pena de muerte, a lo cual El respondió con un perdón espiritual.
El segundo caso es el de los ladrones crucificados con Jesús en la Cruz, mientras uno le pedía que le quitara la pena de muerte, el otro le clamó por misericordia. En ninguno de los dos casos el Señor habló del castigo impuesto por jueces humanos, sino ofreció el perdón espiritual a aquel que lo pidió. Por lo tanto, Jesús distinguía entre dos autoridades para perdonar pecados y la de los jueces para aplicar justicia, dedicandose íšnicamente al írea que le correspondía.
Jesús no abolía la pena de muerte sino respetó la autoridad delegada en los jueces, aún teniendo Él el poder de cambiar las leyes. Es de hacer notar que el mismo Jesús murió en la cruz por una sentencia de muerte capital, a lo cual nunca se opuso, al igual que muchos de sus discípulos después de El. Hoy el instrumento utilizado para ejecutar la muerte espiritual es el símbolo máximo del cristianismo: la Cruz.
Como la nación hebrea era un estado religioso cuyo gobierno estaba íntimamente ligada a su moral, en la ley quedaron escritas penas capitales para distintas situaciones, una de orden criminal y otras de orden moral. Las aplicaciones para violaciones de orden estrictamente moral o religioso no caben hoy en nuestros estados laicos, algo que Jesús mismo respetó cuando vivía bajo el imperio romano, pero los de orden criminal o penal si deberán seguir aplicándose.