¡EL QUE NO RECONOCE REPITE SU NECEDAD!

La arrogancia es la antítesis de Jesús, nadie que practica esta manera de comportarse puede creer que será dentro de la familia de la fe, o de la familia de Dios que está compuesta por una diversidad de personas con diferentes caracteres.

La arrogancia es sinónimo de altanería, independencia, superioridad y marginación; ninguna persona que tenga esas ideas en su mente podrá gozar de los beneficios de la cobertura de Dios en su vida diaria. La arrogancia es un tropezadero donde muchos caemos.

Políticos, religiosos, deportistas, modelos, periodistas por igual cometemos el error de creer que somos personas especiales, que no dependemos de la gracia de Dios, olvidando que no somos lo que creemos que somos sino lo que la gente dice que somos.

JESÚS en el Nuevo Testamento pregunta a sus seguidores o discípulos ¿quién dice la gente que soy? Curioso que hasta el mismo Salvador del mundo estaba pendiente de la opinión de aquellos que le rodeaban o seguían.

En mi carrera como religioso o predicador me he encontrado con tantas personas que practican esta manera de comportarse que ya estoy acostumbrado al rechazo, o hasta a la confrontación de parte de estas personas que ya es cosa de cada día.

Lo curioso de ello es que todos los que permiten que estas costumbre lleguen a sus vidas terminan pagando un precio muy alto por sus malas actitudes, muchos creen que el silencio es sinónimo de humildad cuando en realidad es sintomatología de arrogancia.

El que no reconoce repite sus mismos errores, no síganos por el mismo camino de la indiferencia, arrogancia, altanería, independencia, es tiempo de cambiar de ruta, que el recorrido que estamos realizando por la vida no es tan fácil como parece.

La humildad  antecede la honra, en otras palabras si no cambias seguirás sufriendo el dolor de tus  malas actitudes hasta el día de tu muerte, el que es humilde es inteligente, el que es arrogante es un bobo con rótulo de ignorante.

¡No repitas la historia, reconoce tus debilidades y enmienda!

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