París en el siglo XX: la novela “perdida” de Julio Verne

Casi no hay una persona, al menos entre las pertenecientes a algunas generaciones, que no conozca alguna de las famosas obras de este francés visionario. Las novelas de Verne, muchas de ellas convertidas en películas, con varias versiones en el tiempo, han sido la fascinación de muchos amantes de la ciencia ficción, así como del público en general.

Julio Verne se anticipó a su tiempo de muchas formas, ya que además de anticipar algunos de los inventos más impresionantes, presentados como un personaje adicional dentro de una novela de aventuras, con otros personajes humanos, también intentaba describir la idiosincrasia y la forma de vida del tiempo en que imaginaba los avances.

La novela “París en el siglo XX”, escrita por Verne en 1863, sufrió la negativa de su editor para publicarla, quizá por considerarla menos excitante y aventurera que sus tradicionales obras. Fue publicada 131 años después de su creación, en 1994, en forma póstuma, por intervención de uno de sus herederos. Por eso se le considera la “novela perdida” del escritor.

El ambiente parisino de 1960

Con los personajes humanos que Verne usaba en sus ficciones para acompañar sus premoniciones y visiones del futuro, esta novela presenta y sigue a algunos personajes que desentonan con lo que, según el autor, sería la capital francesa de agosto de 1960.

La existencia de elevadores en los edificios, carruajes impulsados en forma autónoma por el uso de algún tipo de combustible, y otros inventos y dispositivos que en la actualidad son completamente normales y habituales, son algunos de los dispositivos y aparatos que Verne anticipa en esta novela.

Pero quizá lo más relevante es la manera en que presenta y concibe que será la sociedad de ese momento, casi 100 años en el futuro de cuando fue escrita, pero para nosotros parte de un pasado comprobable.

Julio Verne pensaba que un siglo después de cuando él estaba viviendo, la sociedad se habría vuelto completamente industrializada, y enfocada casi exclusivamente en la producción, la economía, la comercialización y en general la generación de riqueza financiera, la contabilización de las ganancias, y no mucho más.

En esa sociedad de 1960, las humanidades y las artes, en todas las formas, serían vistas de menos, y casi condenadas a su extinción. El personaje principal, Michel, es un recién graduado de poesía en latín, y por tanto, con extremas dificultades para ganarse la vida, además de extrañar y buscar infructuosamente otras formas de arte.

En la ficción de Verne, aún los grandes autores de su época, y probablemente un buen número de artistas ficcionales de diversas ramas del arte, no se pueden encontrar en ese tiempo y lugar, pues las bibliotecas, los museos y las galerías ya no existen, y si hay algunas, muy poco surtidas y visitadas.

Obviamente, la situación tan dramática que plantea el gran visionario no llegó a realizarse, pero este documento histórico tiene el gran valor de hacer algunas predicciones certeras, y sobre todo, ser otra obra, probablemente la última que conoceremos, del escritor y futurólogo del siglo XIX.

La transformación digital en las instituciones educativas

Con cierta frecuencia, y con mayor énfasis antes de la pandemia, en conferencias y discusiones sobre el progreso de la humanidad, se solía utilizar la imagen de una hipotética e imaginaria persona que se quedaba dormida en el siglo antepasado, despertaba en el presente, y maravillado de todos los cambios debidos a la tecnología, preguntaba por qué las aulas de educación se veían igual que las que él había visto antes de caer en el trance somnífero de cientos de años.

Esta figura busca ilustrar que las metodologías, herramientas y apoyos para fomentar el aprendizaje no han cambiado en un largo período. Si bien esta observación tiene una buena base de verdad, poco a poco, la integración de la tecnología al proceso educativo ha ido evolucionando.

Dado que se ha vuelto un lugar común hablar, definir e intentar una transformación digital en las empresas y organizaciones, las instituciones educativas, sobre todo las de nivel primario y secundario, no pueden permanecer ajenas a esta tendencia.

Los cinco pilares de la transformación digital educativa

En base a experiencia y discusiones con algunos expertos y conocedores del tema, hemos intentado identificar las áreas de atención que deben ser consideradas en las instituciones educativas, sobre todo de los niveles señalados, para emprender o continuar su transformación digital.

Elaboración propia

Liderazgo:

Los directivos escolares deben guiar y motivar la transformación; deben mantenerse actualizados respecto a las tendencias y tecnologías usadas en educación y deben buscar desarrollar una estrategia de digitalización propia para la institución.

Docentes:

Es clave considerar la formación de docentes en cultura digital; encontrar, usar, aprender, compartir y difundir nuevas metodologías y nuevas herramientas para mejorar el proceso de aprendizaje; e incluir herramientas tecnológicas en la administración académica.

Currículo:

Respecto a los planes de estudio, es importante mantener la flexibilidad y agilidad en los contenidos; considerar e innovar la experiencia de aprendizaje, así como los contenidos; priorizar y enfocarse en destrezas valiosas para el ambiente digital; y concebir nuevas formas de formación y evaluación.

Familia:

Siendo parte relevante, sobre todo en edades tempranas, los padres deben estar abiertos a cambios; ser parte de la formación y construcción de la cultura digital en sus hijos y en su ambiente; conocer y conversar sobre lo bueno y lo negativo en el ambiente digital; y acompañar a sus hijos en diferentes formas.

Tecnología:

Por supuesto, la tecnología tiene un rol clave. Esto incluye la infraestructura, la conectividad, el equipo, el software y el recurso humano, así como la formación adecuada para aprovechar estas herramientas, y el aprovechamiento e inclusión de la tecnología más adecuada a la institución.